jueves, 5 de abril de 2012

UNA CALLE MAS

Mil novecientos cincuenta y seis, Convención al 1300 casi Maldonado, ¿no te dice nada?, una calle más de nuestro viejo Montevideo; el pasado lo guardaste en un cofre y tiraste la llave. Mirá che, acercá tu nariz al cristal de la gran bola mágica y hacé memoria, volvé a tener seis años; ¡y sí!..., eras tan pequeña. Pero no me digas que no rememoras la casa grande, el patio, el de la claraboya con vidrios de colores, rojos, verdes, azules, era una maravilla cuando el sol del mediodía, dibujaba extrañas figuras. El negocio de los viejos y los maniquís vestidos con elegantes trajes, mientras vos aburrías la tarde sentada en el mármol blanco de la puerta de calle, viendo correr el tiempo. Y aquellas mujeres con sus bocas pintadas de rojo pasión, que paseaban su figura y tus insistentes preguntas ¿quiénes son mamá? ¿por qué no se fatigan de estar caminando?, ella sin saber que responder te decía, ¡son señoras de la vida!. Pero esa respuesta jamás colmó tus interrogantes, ahora te veo sonreír cuando repites la frase. Seguís insistiendo con que eras pequeña, que la facultad de recordar, se te hace difícil, esforzate mira que podes, tráelo al "loco Jacobo", tan querido por todos, tan dulce, tan sabio, vino desde Alemania, tu padre les contaba que la guerra lo había vuelto loco, pero que era médico. A veces rememoraba como era su familia y como en esa cruenta contienda no los volvió a ver, lloraba bajito. Vos le acariciabas el pelo y le decías ¡no llores más! vení que mamá hizo pan casero, le untamos mermelada de higo que hizo la abuela, la única que tengo, la de mamá, porque la otra, ¡no sé!..., creo que vive allá lejos, hay que subirse a un barco y no puede venir. Y él como un niño salía corriendo hacia la cocina, sin haber escuchado tu historia. Recuerdo, cuando sentada en aquel el balcón florido de alegrías y malvones en flor, de aquella sala grande, cargada de muebles, jugabas a soñar con duendes y con ángeles, tenías un dialecto que sólo conocían tus muñecos y vos. Te acordás del colegio "idische" y como te costaba aprender "hebreo" y bueno los idiomas nunca fueron tu fuerte, papá se sentaba horas y horas, jamás logró que hilvanaras una simple frase. Eras una nena rubia, muy blanca, de mirada tierna, la hija del judío pobre; ¿mamá por qué no me llaman por mi nombre? ¿por qué siempre soy la hija del judío? y mamá otra vez en aprieto sin poder responder. La vida te llevó lejos, tan lejos que se te borraron los recuerdos ¿o los borraste vos? se te olvidó hablar en hebreo, en idische, se te olvidó contarle a tus hijos que su abuelo, el yeide, no volvió nunca a su tierra natal, ¡la que sólo en barco podías visitar!; que no pudo ver más los ojos de su madre, que murió añorando el terruño. Se te olvidó criarlos como buenos judíos ¿se te olvidó verdad?, tu madre, tan suave, pequeñita, con su pañuelo azul, cubriendo su cabeza y aquel candelabro de plata y de oro, que encendía en las tardecitas para las oraciones, ¿que no las comprendías? me dices ahora, creo que fue por eso que olvidaste, que naciste en un hogar judío, en donde te rodearon de amor y de calor. La calle Convención esquina Maldonado, son recuerdos de una niñez feliz. ¿Y que gano ahora, volviendo a mi pasado después de tantos años? me dices confundida. No niegues tus raíces, no niegues tu origen, que el más grande de todos los hombres, el Mesías, llamado Jesús, tampoco las negó, nació hace dos mil años, allá en Belén, de María y José, descendiente de David y tu naciste aquí, hace cincuenta y cuatro años de Sara y Simón, en el barrio Sur, barrio de inmigrantes, de negros, mulatos, descendientes de aquellos esclavos que tanto sufrieron lejos de su tierra, ¡hace como ellos! volvé a tus raíces.

1 comentario:

  1. Cuestiona su pasado, interesante, niega su herencia; pero es feliz en su presente

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